En el año 1089, pisa el Cid Campeador los dominios de Aben-Razin y este Tayfa, muy prudente, le envia emisarios y conviene una entrevista que se celebra en el campamento que el Cid tiene en el Poyo, junto a Calamocha. Le ofrece parias a cambio de que sean respetados sus dominios y el de Albarracín se compromete a pagar 10000 dinares.
Mediante esta politica de coexistencia pacifica, Abu-Merwan aprovecha las circunstancias y, cuando el Cid se dispone a actuar contra Abu Isa aben Lubbun, alcaide de Valencia y señor de Murviedro, tercia en la inminente contienda y el saguntino le cede su castillo, que ocupa Abdelmelic el dia 13 de noviembre de 1092; y para no excitar al Cid, nuevamente el de Aben-Razin le rinde testimonio de vasallaje y le promete comprar todo el botin que viniere de sus manos, amen de proporcionarle munición de boca para sus soldados. Así que el Cid quedó servido y el pobre Aben Lubbun pasó aquel invierno en la capital del taifato, pues alli le prestó asilo Abdelmelic, asi como a sus mujeres, familiares y al inmenso bagaje de riquezas que tenia el alcaide exilado.
Abdelmelic Abu-Merwan trata de cerca al Cid, pero solo piensa en la venganza contra el Cambitor tan odiado por los hijos de Alá. Y cuando Rodrigo Diaz de Vivar pone sitio a Valencia, el de Aben-Razín se niega a pagar los tributos convenidos, con lo cual crea una situación dificil en el momento mas critico. Ademas envia emisarios a d.Pedro de Aragón con importantes cantidades de dinero y ofreciendole un castillo en las peñas de Coalva a cambio de que le ayudase a el a tomar Valencia. Mas en una epoca en la que era dificil encontrar una persona fiel, don Pedro aceptó los presentes y, ademas comunicó al Cid aquella deslealtad, cosa que causó gran enojo a d. Rodrigo. Y tanto desagradó aquella conducta al Cid, que organizó sus menadas y se lanzó sobre el territorio de la Salha, incendiando, saqueando y arrasando cuanto encontrarón a su paso.
El regulo de Aben-Razín aguanta la embestida y prepara el combate cuerpo a cuerpo. De las oquedades del terreno tan propicio para la emboscada, salen doce jinetes y entre ellos posiblemente anda el propio taifa y cual relampagos se lanzan contra el Cid y cinco de los suyos; reaccionan los cristianos, brilla el acero de las lanzas y en un abrir y cerrar de ojos vuelan raudos los corceles moros huyendo, pero el Cid recibió una lanzada en el cuello que fué mortal, pues ella contribuyó a su muerte prematura, según D.Ramon Menendez Pidal.
Mas tarde volvierón a ser amigos el Cid y Abu-Merwan. Posiblemente se necesitaban. Según la Cronica Navarro Aragonesa, el dia 15 de Junio de 1094, el de Albarracin entraba en la ciudad de Valencia junto con las tropas victoriosas del Cid.
Sin embargo el Cid no se fia del regulo de Aben-Razin, pues cuando envia a Muñoz Gustioz, a Pedro Bermudez, a Martin Antolines y al Obispo don Jeronimo para que vayan a buscar a su esposa doña Jimena y a sus hijas, para llevarlas a Valencia, dice MIO CID: "Cabalgad con cien jinetes por si teneis que luchas por tierras de Albarracin que primero teneis que pasar" Sin duda se acordaba de la lanzada en el cuello.
Apenas el Cid hubo reconquistado Valencia, cuando Abdelmelic se puso en contacto con los almoravides y contando con su ayuda, Yusuf Ben Taxfin le escribió una carta y efectivamente se pasó al enemigo que era su amigo, abandonando nuevamente al Cid. Los moros celebrarón su pascua del ramadan e inmediatamente comenzaron el ataque a Valencia, tal ocurria en el mes de Octubre de 1094. No hay mayores detalles de la victoria que el Campeador obtuvo sobre las huestes almoravides y sus aliados, pero el de Aben-Razín, poniendo grupas huyó con los suyos y se refugió sano y salvo en su nido de aguilas.
El tributo de aquella traición fué la perdida del castillo de Murviedro, pues apenas el Cid lo sitió sus habitantes se rindieron.
Fallecido el Cid Campeador el dia 10 de Julio de 1099, las hazanas de Abdlmelic quedarón como una añoranza amarga de su memoria y parece ser que ahogaba en vino los recuerdos librandonse como podia de las amenazas de los almoravides.
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